miércoles, 15 de noviembre de 2006

Miguel Hernandez. Rescatando la memoria

foto creación familiar














Ayudadme a Ser Hombre
No hay cosa más intemporal que acompañe al hombre que el hambre. Los instintos se desatan, el delito se agudiza, la mirada se vuelve turbia y enojosa para luego cambiar a ese mirar resignado e impotente de quien espera la muerte. El hambre no tiene fronteras y como tal los gobernantes y la humanidad debería trabajar para evitarla, pero aunque parezca absurdo, el mismo hombre es el primer cultivador de indigencia: marginando, sectorizando, enriqueciéndose a costa del sufrimiento ajeno, y planifica una globalización de las riquezas de tal manera, que hasta hay quienes se erigen en salvadores de la humanidad calificando de agitadores y peligrosos a todos los que, de una forma u otra, levanten la voz en pos de una justicia social, una repartición de las riquezas, o una estrategia solidaria a favor de las zonas acosadas por la hambruna.
Este mal que azota a la humanidad no es signo exclusivo del siglo XXI, sino que a lo largo de la historia ha quedado reflejados en poemas, novelas, libros, escritos, formas de gobierno y costumbres de la ciudadanía, de tal manera, que la humanidad se ha visto clasificada, de forma real y evidente: dependiendo de las riquezas se es hombre (ciudadano) de una categoría u otra. No voy a hacer un estudio sobre el tema (arduo y espinoso) más bien quiero trasladar a ésta página, la evocación y el sobrecogimiento que me causó y causa el poema II de Miguel Hernández: “El Hambre”.
Quizás de entre tantos poetas que he leído, Miguel Hernández junto a Gabriel Celaya hayan sido los que dejaron sus semillas plantadas algo más profunda que los demás, de manera, que las raíces les permiten brotar a pesar de las inclemencias y los vientos de despilfarro que corren, frente a la realidad cotidiana.

En la primera estrofa, Miguel Hernandez(1910-1942) pretende racionalizar sus vivencias, el conocimiento que asume tal y como hombre de huerta y ganado que reconoce el entorno que le rodea, sólo que ésta vivencia indigna del hambre le espanta, y fruto de ese conocimiento escribe:

EL HAMBRE es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos
allá donde el estómago se origina, se enciende.

Califica EL HABRE inequívocamente con letras mayúsculas introduciéndonos en el comienzo de la dimensión del conflicto interior que pretende esconder, interiorizar, en lo más profundo del sentimiento de ser “hombre” antes qué animal (horror que describirá en estrofas posteriores). Nadie sabe lo que se es capaz de hacer cuando el hambre ruge reclamando alimento, nadie podemos calcular, razonar, de forma humana cuando los instintos se desatan, cuando la fiera biológica de la supervivencia se crece desmesuradamente sin alimento que llevarse a la boca, por eso, en la segunda estrofa se hace a sí mismo una invocación a lo humano que lleva dentro diciendo:

Uno no es tan humano que no estrangule un día
pájaros sin sentir herida la conciencia:
que no sea capaz de ahogar en nieve fría
palomas que no saben si no es de la inocencia.

Si seguimos el ritmo del poema, si profundizamos en cada palabra y su carga significativa, nos damos cuenta que, por muy razonado que quisiera escribir sus palabras no son letras, sino que es la propia hambruna la que habla, la que prevalece por encima de todo, la que, en una oleada de ir y venir desde el estómago al deseo de alimento, nubla su razón y todo se transforma en un tremendo esfuerzo él y no el animal que se lleva dentro:

El animal influye sobre mi con extremo,
la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
A veces he de hacer un esfuerzo supremo
para callar en mí la voz de los leones.

Sorprendido de sí mismo, quizás dándose cuenta quiere reprimir esa atención obsesiva y vuelve a acogerse al análisis para distraer el hambre reclamándose la parte no animal que le toca y de la que se niega a renunciar. Bucea su interior buscando la pureza de sentimientos, el origen humano de la especie que diferencia al hombre del resto de los seres vivos esforzándose en poner distancia entre el animal y el HOMBRE, en toda la dimensión de la palabra, es como si hiciese una separación entre el ser y el querer más allá de ese límite que se unifica en UNO: hombre y hambre son la misma cosa:

Me enorgullece el título de animal en mi vida,
pero en el animal humano persevero.
Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida
bajo tanta maleza, con su valor primero.

La dimensión de las palabras de éste poeta no es una dimensión concebida al arrullo de una vela, ni fruto de una imaginación empática, muy al contrario, sólo quien ha sentido el hambre, quien ha visto morir de hambre, quien vive la batalla y la angustia del estómago que sustituye todos los pensamiento en busca de un mendrugo, una miaja, una cáscara que comer, puede escribir:

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

Arroja los estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.

La fascinación por la naturaleza, por la mujer y el hombre, por la labranza y los barbechos: se han roto. El hombre deja de ser hombre. Inútilmente los guijarros del barro volverán a ser cántaro; el animal, los instintos primitivos empuñan colmillos dispuestos a atacar a todo lo que se anteponga entre la fiera y su alimento. Si el miedo destruye, el hambre engendra rebeldías, envilece, y por último mata. Pero antes de matar baila sobre los cuerpos su rito biológico de eructos, gases, debilidades... extiende la cordillera de platos vacíos, y humilla al hambriento:

Entonces sólo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces solo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

En la cárcel, concretamente en el Reformatorio de Adultos de Alicante (donde toda esa zona del Levante estuvo muchos años azotada por las fiebres tifoideas), Miguel Hernández, como tantos otros presos y no presos, enferma de paratifus. Atrás quedaban las Misiones Pedagógicas, La Barraca de García Lorca, el voto femenino, la condena de Miguel de Unamuno por injurias al Rey, la peste española (enfermedad que en 1918 se llevó a millones de españoles y 21 millones de personas de todo el mundo transmitiéndose por el habla, la tos, o el estornudo); atrás no quedaba la guerra, ni la miseria, ni las viudas, ni los huérfanos… El hambre batallaba por todos los rincones, pero el hambriento no es indigno lo indigno es permitir que el niño, que el hombre o la mujer: la padezcan. Las letras de Miguel en las dos últimas estrofas encierran todo un arco solidario, toda la humildad del mendigo suplicando ayuda para seguir siendo persona. Ayuda que hoy los hartos negamos a otros niños, a otras personas que imploran "no ser fieras eternamente":

Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
el pan, el hambre no tenga compartido
con otras hambres puestas noblemente en la boca.

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera

hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente



© Copyright.2005-2006 Inma Valdivia. Todos los derechos reservados.
blog-feed.g?blogID=20080040

2 comentarios:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

"El hambre batallaba por todos los rincones, pero el hambriento no es indigno lo indigno es permitir que el niño, que el hombre o la mujer: la padezcan"

En el Ecuador existen los niños de la calle, quienes para engañar el hambre inhalan goma o cemento de contacto, una droga que pulveriza sus neuronas... estimada Inma existen tantas cosas que viven con nosotros a diario y que somos tan ciegos de ver auqnue este en nuestras propias narices... de todo lo que he leído esta mañana me ha encantado tu publicación me llena de reflexión y ante un camino donde hay mucho por hacer.

Saludos estimada Inma

INMA VALDIVIA dijo...

probando, probando. Escribo comentarios en blogs del barrio y sale que no se encuentra la página. A ver qué pasa. Probando.Probando.