jueves, 22 de diciembre de 2005

LA IDENTIDAD PERDIDA (opinión)

http://bitacoras.net/actualizado/LA IDENTIDAD PERDIDA

Continuamente los medios de comunicación nos venden que nos hallamos inmerso en una nueva era. Basan sus hipótesis en los descubrimientos tecnológicos, genéticos, informáticos etc. Nos dicen, que el hombre tiene que adaptarse al nuevo mundo si quiere sobrevivir. Un mundo que se traduce en cifras, estadísticas, números, ganancias... De tanto repetirlo, las palabras “adaptarse al nuevo mundo” van alcanzando una magnitud mecánica en nuestro interior. Ya se encarga el sistema, el actual plan de enseñanza, los estudios financieros y el bombardeo televisivo en meternos a todos en el mismo saco. Y los que no generemos números ni ganancias, al talego de los marginados, de los indeseables. Porque en éstos tiempos que corren lo importante es “el ser despersonalizado”, libre de pensamientos propios y ataduras morales.

La historia nos ha enseñado que el futuro es un dragón con sus fauces abiertas, preñado de incertidumbres, que no tiene dueño, que la vida viene por azar y la muerte no tiene edad. Pero los hombres siempre viajamos por el tiempo buscando unas metas, y sin darnos cuenta, hemos tomado decisiones a lo largo de los días, de los años. Estas opciones nos han ido arrastrando al punto donde nos hallamos, y nos dicen que ahora no hay marcha atrás, que los deseos de justicia, de compartir con los demás, de estar en equilibrio con la naturaleza... se han escondido en algún polvoriento recoveco del destino.

Al igual que una línea es una sucesión de puntos en el espacio infinito, la vida del hombre es una sucesión de eslabones de pasado, presente y futuro. Y, a estas alturas de la historia, en que el lenguaje se hace confuso, donde el presidente de los Estados Unidos para acabar con los incendios forestales propone la quema de árboles; donde se habla de la jornada de 35 horas semanales cuando todos tenemos conocimiento de que se hacen contratos a tiempo parcial sin que exista control sobre los mismos, sobrepasando con creces las 40 horas semanales; donde se llevan las manos a la cabeza los señores de la construcción catalana cuando se les dice que los accidentes laborales se van a llevar desde ahora por la vía penal. ¿Qué tienen que temer estos señores si realmente cumpliesen las normativas de Seguridad e Higiene en el trabajo?. (En el pasado 2001 murieron en España cinco personas diarias por accidente laboral); donde la liberación de la mujer que quieren imponernos los programas televisivos es vender el cuerpo con imágenes seductoras y cabezas vacías; donde las medidas contra el paro no son ofrecer puestos de trabajo, donde la guerra preventiva pervierte la paz (han muerto desde el alto al fuego de la guerra de Irán más personas que en la propia guerra); donde los países ricos hacen cumbres faraónicas para debatir si regalan sus migajas del 0,7% a los países pobres; donde la Cumbre del Consejo Europeo celebrada en Barcelona a mediados de marzo del 2002 trato: del aumento de los gastos militares, de la creación de un Euroejercito, de las subvenciones para las empresas dedicadas a la fabricación y exportación de armas, del recorte de los gastos sociales (medio ambiente, sanidad, prestaciones por desempleo, sistema de pensiones...), de la flexibilización del mercado laboral (implicando la creación de un ejército mundial de personas paradas dispuestas a trabajar a cualquier precio), de la privatización de los servicios públicos; donde el protocolo de Kioto ha dejado claro que la tierra no está en condiciones de soportar el modelo de desarrollo actual basado en el abuso de la quema de energía y combustibles fósiles; donde países como Estados Unidos y Australia no se comprometen a firmar dicho Protocolo, escaqueando sus responsabilidades, no sólo a nivel de estado, sino mundial, “porque el costo del cambio climático para la humanidad se ha demostrado (según la Oficina Española de Cambio Climático) que es superior al costo de no hacer nada”; donde hablar de otro modelo de desarrollo, no sólo económico sino sostenible y solidario, es ser un agitador o un utópico o un ingenuo.

Sé, o quiero creer, que se exhibe un nuevo horizonte abierto al infinito, en el que mi lenguaje se ha vuelto obsoleto, un lenguaje de carroza (como dicen los chavales de ahora), de carroza fosilizado, que cuelga del espacio entre dos tiempos. Quizás el lenguaje de los carrozas se asimile a la edad del homínido Tumái, que es el origen común de dos líneas evolutivas, o el puente que une lo que el desarrollo y la técnica desune. Pero hay que buscar, como el paleontólogo, la información continuada, sin eslabones perdidos. Y los hombres tenemos que empezar a cuestionarnos intensamente la sociedad, a revisar los proyectos pasados, a fabricar nuevas ideas ¿o es que acaso las ideas han llegado a su fecha de caducidad?.

No somos prisioneros de nuestro tiempo, más bien, el germen del futuro está en otras manos. Y a nosotros, los ciudadanos de a pié, aunque sea a titulo individual, nos toca como siempre hacer balance. Enseñar a nuestros hijos a pensar por sí mismos; a ser solidarios; a distinguir las injusticias; a considerar el planeta como una gran nave que viaja por el espacio y que si se destruye esta nave nos destruiremos todos; a no ser racista aunque la moda sea estar en contra de los emigrantes. Porque ¿Qué es un emigrante s no una persona que deja atrás los seres queridos, sus raíces y los orígenes, en busca de justicia o supervivencia?.
De eso, la universidad de la vida andaluza doctoró en la década de los sesenta casi a un cuarto de sus habitantes, y no digamos la extremeña o castellana... porque a nosotros, los ciudadanos de a pié, en todas las partes del planeta, nos ha tocado ganar el pan con el sudor de la frente, mientras que a los otros, los que nos hacen creer que tienen el germen del futuro en sus manos, han ganado siempre el pan con el sudor del de enfrente.

Mientras que el desarrollo tecnológico en nuestra sociedad ha alcanzado cotas inimaginables, en la que el hombre ha dejado de ser un números para convertirse en un código de barra (muy pronto en un microchips); en la que se predice con antelación los eclipses de sol, de luna, o la gota fría; en la que se televisan las guerras, como si de videojuegos se tratasen, sin que se vean los muertos, sino los ataques y bombardeos “de los buenos contra los malos” hasta que se dice ¡basta!; en la que se hacen regímenes para adelgazar; en la que se llenan las calles de contenedores para prendas y calzados usados... parece paradójico, que en esta sociedad tan avanzada, tan moderna, tan que “hay que adaptarse, reciclarse, actualizarse, mercantilizarse, subcontratarse, flexibilizarse, globalizarse...”, como decía: parece paradójico que aún no hayamos comprendido que el futuro no es de un hombre solo, sino de todos los hombres; que la contaminación y el desastre ecológico no lo sufre un país, sino el planeta completo; que el hambre no la padecen unos miserables, sino personas como tu y yo, solo que la fatalidad les hizo nacer en aquella parte de la tierra y no en ésta; que la tecnología es para que engendre liberación en el trabajo y no paro y miseria; que la información genética es para auxiliar a la humanidad y no para subyugarla... No; parece que aún no lo hemos comprendido.

Y yo me pregunto: ¿Nos dejamos llevar por ser espectadores en la historia, o por el contrario, nos planteamos la búsqueda de la identidad perdida?
I. Valdivia Septiembre 2002
Publicado en la revista El Unicornio nº 5, Octubre 2002

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