domingo, 19 de marzo de 2006

LAS MULETAS

foto creación familiar





Alabad el árbol que desde la
carroña sube jubiloso hacia el cielo!
Bertolt Brecht





Nada más entrar en la ciudad de Calamuche, aparece la plaza San Francisco. Cinco calles desembocan en ella y en un extremo, como reminiscencia de semblanzas de otro tiempo, el pilar donde antaño abrevaban las bestias, hoy, se lucía sin agua y cuidado con esmero.
Todo los lunes, un ir y venir de coches se arriman a la plaza que, poco a poco, se llena de voces de hombres y mujeres amontonando paquetes, bultos, cajas, rollos de tejidos, cachivaches, bártulos, lonetas, soportes metálicos..., y en menos de media hora, la plaza San Francisco, se transforma en un mercado repleto de tenderetes improvisados y con la música de fondo, del último cantante de moda, que tiene puesta el comerciante de turno encargado de vender los CD y las cintas de casete.
Dionisio Márquez vive justo en la esquina de una de las calles que daban a la plaza, concretamente la que está frente a la pileta. Su hija Avelina, de vez en cuando se asomaba por la ventana de su dormitorio desde el piso de arriba.
Cuando la gente empiezan a entrar en la plazoleta por las cinco calles, el murmullo del público y las voces de los comerciantes se entremezclan dejando en el aire esa resonancia propia de la muchedumbre.
Avelina, después de observarlas, se dirige a la puerta del ropero, la abre y se coloca frente al espejo. Sus ojos recorre la figura sobre el cristal plateado, luego se pone de canto, se toca el vientre, se gira quedando casi de espaldas, y con un gesto torcido de su cabeza, observa sus hombros, la cintura, pero al mirarse las nalgas, golpean la puerta, y se oye la voz de Dionisio Márquez preguntando
- ¿Avelina puedo pasar?
- No. - dijo ella sorprendida cerrando el espejo del ropero.
- Avelina, déjame entrar. – insistió Dionisio con aire de dominio.
- ¿Es que no puedo estar tranquila ni un momento? – refunfuñó agarrando acelerada las carpetas. Vaciándolas en la cama, desparramó los papeles y los libros. Cogió un cuaderno y varios bolígrafos. Mientras se sentaba en la mesa que había junto a la ventana reprochó - Así no hay quien pueda estudiar, papá. ¡Siempre estás detrás de mi puerta!.
Dionisio Márquez se desesperaba aunque no pretendía demostrarlo....



Fragmento

de mi libro El Cuerno del Unicornio, y publicado en la revista El Unicornio nº19

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por desgracia la sombra del rechazo se esconde detrás de la anorexia.
Sigue escribiendo, te visito siempre que puedo. Me gusta
katya.