martes, 18 de abril de 2006

LA JAZMINERA DE POLICHINELA (a Rosario la Paparrá)







En el cuarto que hay después de cruzar el patio del limonero, la Jazminera se sentó en el filo de la cama esperando la visita de los niños de Ángela que todas las noches le llevaban la cena. El agua caía de los las tejas enfriando la noche y en la habitación sin ventana, la penumbra rota por la lámpara de aceite caprichosamente volteó su sombra en el techo a modo de humo negro, de crepúsculo encogido o alargado al antojo de la llama. Cuatro años llevaba la mujer sin salir de dormitorio, porque aunque era la dueña de la vivienda, en otro tiempo la escrituró a nombre de la familia que vivía con ella a cambio de que la cuidara cuando enfermara, pero el tiempo que pone las cosas en su sitio y muestra la condición de las personas, le desveló (demasiado tarde) que aquella gente no sólo la ignoraba, sino que aprovechando que quedó ciega la dejó vivir en el trastero que hay después de cruzar el patio del limonero, al fondo de la casa, y donde ahora, el aire tenía ese olor rancio, apergaminado que desprenden los muros solitarios habitados por ancianos. La Jazminera escuchaba el gorgoteo del agua pensando que Ángela, sin recibir nada, nunca la abandonaba, y aunque la noche no estaba para que los niños anduviesen por las calles oscuras y embarradas, ¿quién sabe? los mismo la gente de la casa no los dejaron pasar. Entonces la Jazminera sintió que el frío y la humedad hacían estragos en sus huesos y terminó por acostarse.
Nunca se quejó de su ceguera, pero esa noche...




fragmento.
de otro relato más, de mi libro "El Cuerno del Unicornio"
blog-feed.g?blogID=20080040

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.