domingo, 28 de mayo de 2006

Alas para Alfa

foto creación familiar


Estábamos a principios de Mayo. Habían transcurrido cuatro meses. Cuatro meses casi vacíos, cuatro meses sin penas ni glorias, sin levantar en el trabajo. Por más que se lo propusiera siempre surgía algún acontecimiento que le impedía realizar su tarea. Una tarea que en cierto modo le llenaba de satisfacción, donde se conjugaban la habilidad de las relaciones personales y el reto de las ideas sumadas a su instinto comercial. De rostro serio, aparentaba ser más alto por su excesiva delgadez. Se levantó de la cama. La luz de la mesilla iluminó su espesa cabellera negra y los ojos hundidos delataban su sufrimiento. Aunque a lo largo de la noche habló con Dolores, su esposa, seguía sin aclararse:

- ¡Ya no es una niña Cipriano! Por marzo cumplió los veinticuatro- dijo Dolores intranquila - ¿Sabes lo ilusionada que está? En el fondo la comprendo. Sólo que... no sé. ¡No quiero hacerle daño!.
- Eso es lo peor, los desengaños. – declaró el hombre- Ya ha sufrido bastante para que ahora o la decepcionemos nosotros (su familia), o la gente. ¡Hay mucha mala leche suelta por ahí!

Ella lo miró atolondrada por la voz honda que salía de su marido. Él, haciendo un ademán la acurrucó entre las ropas invitándola a quedarse en la cama. Dolores a pesar de ser una mujer muy trabajada aún conservaba la sensibilidad de sus años mozos que sólo expresaba en los momentos delicados. De vez en cuando hacía burla de su nombre y lo rechazo para su prole, pero aunque tenía la misma estatura que su marido, su cuerpo carnoso sin llegar a estar grueso la databan de mucha más presencia.
El hombre se dirigió al baño, intuyó que no sería otro día más de los que haría balance. Hoy lleno de fuerzas, anhelaba sentir la gratificante sensación del trabajo bien hecho. Aseándose, el agobio se le hizo más intenso. Las preguntas repetidas “Papá ¿por qué no me dejas estudiar. Papá ¿Toda mi vida voy a depender de vosotros? Papá ¿Déjame echar la solicitud, anda, después lo pensamos?” Papá, papá, papá... retumbaba en su cabeza como una súplica repetida de su hija Alfonsina, la primogénita, su Alfa, como él la llamaba con ternura, y que se le había clavado en el alma hasta dejarla casi vacía de otras preocupaciones. Cipriano mojó la brocha, la refregó contra la barra de jabón parsimoniosamente como si a través de aquellos dedos huesudos se le escaparan parte de los pensamientos. Sabía que había llegado el momento de tomar una decisión, una decisión sin prejuicios, con renuncias, cargada de obstáculos, pero de tal calibre para la vida de Alfonsina y de la familia que no podía dilatarla por más tiempo. El esfuerzo sería grande y a veces doloroso. Con la mirada aturdida, Cipriano se esforzaba queriendo discernir con claridad, angustiado por el afán y el temor de ver una salida. Frente a él, todo se desvanecía en aquella superficie lisa refractaria, sólo divisó, en el fondo, el reflejo de las cortinas beig colgando de las barras que tapaban la bañera, los azulejos celestes, y el water con la tapa abierta que por un momento se le figuró como la boca burlona de un payaso mofándose de su delirio.

Fragmento (1º Premio)
VIII concurso de Poesía y Narrativa Femenina ( Arahal -Svilla)
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