miércoles, 3 de mayo de 2006

EL VIAJERO

carta. A mi sobrino Albertito el grande


No fue la cosa repentina, nada más había que verte para adivinar que la noche se enroscaba en tus manos, pero no lo vimos, y si lo vimos nadie tuvo la valentía de preguntarte, no se si por miedo o porque de antemano sabíamos tu respuesta: una negación, un silencio, o esa evasiva que siempre deja el alma colgando e indefensa.
Tú mirabas, estudiabas, planeabas las salidas encontrando puertas cerradas entre vericuetos que desembocaban en el punto de partida, y yo, y los demás, ignorantes (quizás por tu silencio), nos enteramos demasiado tarde de los entresijos de la batalla. Nos enteramos cuando ya no estabas, cuando la tarde aún caliente nos trajo el eco de un avión cruzando el cielo, y quisimos animarte y decirte no nos olvides, pero tu viajabas en busca de otro continente. Quién sabe si alguna vez veras este mensaje que surca hoy los mares incorpóreos y cibernéticos a modo de botella electrónica. Yo sé que si llega a su destino caerá en mi buzón esa letra que me diga “¡Hola! Estoy bien”, tal vez porque eso sea lo que quiero escuchar, o porque la distancia de los mares no rompe en olas de olvido, sino que acrecienta la ausencia de que me falta un sobrino.
Siempre hubo lazos sin decirlo, siempre palabras y misterios, siempre un entender, o sentir que entiendo y con la ilusión de qué fuesen lazos recíprocos hoy te escribo.


(sobrino lo pondré en mi libro "El cuerno del Unicornio")
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