lunes, 11 de diciembre de 2006

El azulejo de la discordia y los refranes

foto creación familiar



Ni es oro todo lo que reluce ni reluce solamente el oro, porque hoy, después de un puente (más bien un acueducto) le había amanecido la casa para remangarse: ropas, zapatos, bajillas, basura, papeles, cuartos, medicinas, libros, baños, fiambreras, suelos llenos de tierra, toallas… para colmo los virus emprendieron su batalla dejando un reguero de estropicios, por lo que más que nunca el horario se imponía a rajatabla con sus orden de prioridades. ¡Siempre la dichosa cabeza le abarcaba más que las fuerzas! "Quizás sea mejor dejarse llevar que razonar, se dijo,y por si fuera poco, la lavadora también tiene tos vaciando el agua a merced de su capricho"
En esas estaba cuando le vino la madre diciendo:
- Te has dado cuento de la mala racha que llevas: siniestro total al coche cuando lo tenías aparcado, la estufa rota, el termo que se apaga, los perros sin tener donde dejarlos, el sufrimiento de tu hija... ¿Tu quieres que se vaya esta racha?
- En todas las casas las hay. No me vangas con supertisciones, que no está el horno para bollos.
- Tu quita de la cocina el azulejo ese. Todo viene desde que lo pusiste y no se puede ofender a Dios
- ¿Ofender?, mira dejate de rollos y fetichismos, que el azulejo ya lleva cuatro años en la casa.
- Antes estaba guardado y ahora lo tienes en tu cocina.
En la cocina, bajo la caja donde se colgaban las llaves, en el azulejo decorado con orlas amrillas y azules podía leerse:
La paloma:
es el pajaro de la paz.
La esposa:
es la paz del pájaro.
El viejo:
tiene el pajaro en paz.
La soltera:
no conoce la paz, ni el pájaro.
El soltero:
no deja el pájaro en paz.
La viuda:
no tiene paz, sin el pájaro.
Y la mujer, haciendo caso omiso a las palabras de su madre emprendió la tarea pensando "No, si ya lo dice el refranero popular: nunca es buen año por mucho trigo; a burro viejo las tablas se le vuelve arrobas; cuando menos te lo esperas salta la liebre; o al que madruga Dios le ayuda… " , pero fue tan inocente, que hizo caso de ese último refran sin pensar que, no por mucho madrugar amanece más temprano.



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