lunes, 4 de junio de 2007

La herencia y la pena de muerte. Ventura Medina I

Foto de un condenado
Tiempo de historia nº 74
Ricardo Lorenzo Sanz y Héctor Anabitarte Rivas





La abundante herencia que nos dejó mi madre se cifra en carpetas… ¡qué digo carpetas!... maletas y maletas atestadas de cuadernos de distintas formas y tamaños. Conocimientos y acontecimientos de la familia, vecinos, y de todos los que se rozaron por ella narrado a su estilo. Documentos a puño y letras de una gran carga emotiva anudadas con fervor religioso y momentos históricos.

Es pronto paras leer objetivamente sus letras, intuyo que en éste caso, por lo que me toca, la objetividad la tengo a buen recaudo en la batidora, en el fondo, creo que jamás seré capaz de leerlas con la dosis de distancia que requiere la imparcialidad. De todas formas, me llamó la atención el relato de un acontecimiento impactante que conmocionó a todo el pueblo de Osuna. Este acontecimiento concretamente se recoge en el libro de pastas verde y páginas blancas, en cuya portada cuidadosamente escrita dice:

Recuerdos de toda una vida
Mª de los Ángeles Gómez Cifuentes

Destaco el prólogo, a modo de introducción, escrito a tinta negra por mi hermano Alberto (octavo y último de sus hijos):

Llena este libro, Madre, sin reparos por tu caligrafía, ni por tus faltas, ni porque algunos episodios de tu vida afloren sabores a hiel. Llénalos, Madre, que los que te queremos sólo deseamos leer tus historias, tus anécdotas, tus leyendas…
Como lo vamos a leer con el corazón, nada importa: ni que estén desordenadas, ni que las dejes a medias ni que sean o no totalmente ciertas.

Ve dejando, hoja a hoja, tus recuerdos plasmados en este libro en blanco, para que como una fotografía, nos transporte a lejanos tiempos que ni siquiera hemos vivido.
Háblanos de tus antepasados, de tu niñez, de todo aquello que nos enriquezca y, tal ve, que nos prevenga en los avatares de la vida.
No te dejes nada en el tintero.

Tu hijo:
Alberto

Sin más, paso a transcribir el suceso que no tiene pizca de desperdicio del que sólo he corregido faltas ortográficas, y cuya lectura me ha servido para roer bibliotecas cuyas reflexiones anotaré en otra página porque sé que ella, mi madre, era amante de fechas justas (o aproximaciones), y veracidad histórica.

Sería por el año 1904 en Osuna, estaba llena de gente como no se había conocido nunca.
¿Qué sucedía para que hubiera tal gentío? En le Lejio de Osuna se había levantado un patíbulo, pues iban a ajusticiar a un delincuente.
Se llamaba Ventura Medina y este hombre tenía una posada en el pueblo vecino del Rubio, perteneciente a la jurisdicción de Osuna.

Sucedió que cierta tarde llegó a la posada un hombre con dos hermosos caballos llenos los serones de buenas piezas de paño, y se hospedo en la posada. Ventura tenía mujer joven y una hija pequeña.
De madrugada Carmen despertó sobresaltada, su marido no estaba en la cama. En la habitación donde dormía había una pequeña ventana, sin encender la luz se asomo por ella. Quedó horrorizada: su marido llevaba el cuerpo sin vida del pañero hacia una cuadra que tenían vacía.

Sintió golpes en la tierra haciendo un hoyo para enterrarlo. Muerta de miedo, con el corazón palpitante, sintió que su marido había dejado de dar golpes, se acostó y se hizo la dormida.
¿Carmen, Carmen?, ¡Qué quieres! contestó la mujer,¿Tú no has sentido ruido abajo?, ¡Yo no he sentido nada! ¿porqué?, Nada sigue durmiendo. Y él se acostó con ella.

Por la mañana la mujer hizo el desayuno y cuando creyó que era la hora, cogió el canasto para ir a la plaza. El marido estaba bromista y ella le siguió la broma y le dijo, Dale una vuelta a la niña qué está dormida.

El marido se quedó en la puerta viéndola marcharse, pero cuando ella volvió la esquina corría al cuartel de la Guardia Civil.

Llegaron tres civiles fusiles en mano y Ventura les dijo, ¿Qué traéis de bueno por esta casa?, los civiles lo encañonaron y le dijeron, ¡Cava en la cuadra!, cuando llevaba un rato dijo Ventura, todos los trabajos merecen un cigarrillo, le apuntaron muy serio, Siga cavando o le damos un tiro.
A poco salió el cadáver.
Lo trajeron preso y el juez lo condeno a la horca.

Decía mi padre que nunca se había conocido en Osuna más gentes con coches de caballos y toda clase de vehículos, los trenes llenos hasta los topes para ver ajusticiar a Ventura Medina.

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2 comentarios:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

Que extraño pero mi primera reacción fue griticar la actitud de la esposa, a pesar de que su esposo fuera un criminal se supone que en una pareja debe haber comunicación o algo así... sin embargo algo dentro de mi también me dice que ante lo correcto no hay excusa que valga.

Muy bonita historia querida Inma gracias por compartirla

:)

Nahira dijo...

Es una bonita herencia la dejada por tu mamá Inma ya que las historias escritas por las personas que queremos son como partecitas de ellos que quedan para siempre junto a nosotros.

Muy interesante y atrapante esta historia, que como dice I, supongo que continua, así que la pienso seguir.

Un beso y abrazo grande mi querida Inma!