viernes, 13 de febrero de 2009

Apuntes de autobús






Aquel hombre esbelto y cuadriculado emitía monosílabos atendiendo a los clientes, 1,81, dijo, poniendo la mano sin desviar los ojos de una viajera recién subida al autobús.
Por la camisa celestona y el pantalón planchado de un color oscuro se rezumaba parte de su temperamento. Momentáneamente los pasajeros no sabían si fue primero el frenazo o el sonido del claxon. Segundos separaban uno de otro acto. Fue una furgoneta Berlingo blanca que se interpuso obligándole a reducir la marcha.

--No me apetecía –murmuraba a un cable que unía el móvil al aparatito circular introducido en su oído—sí, si… por que me da la gana. ¡Venga ya! ¡Hasta luego!--Entre dientes con el aparato cerrado – ¿A mis años explicaciones…? Ni a mi mujer.

Todos los días las mismas ruedas, el mismo aire entrando por la ventanilla medio abierta, las mismas toses llegando desde el fondo, a ratos femeninas, a ratos masculinas, distintos pasajeros con mismas toses sugerentes, nerviosas, o simplemente como medio de aclarar gargantas de esa garraspera incierta fruto de una extraña timidez precedente al murmullo sutil de cualquier conversación normal o maliciosa, se encabriaba.
Fijamente la mirada del hombre se afianzó en la carretera. El hábito, la costumbre, el saberse de memoria cada línea, cada centímetro, le llevaba a ese estado en el que los ojos miran un objeto, una dirección, cuando en realidad veía cosas que en absoluto mantienen relación con lo que tenía frente a sus narices.
Los calcetines blancos sobresalían en esa franja que delataba el tobillo, entre el zapato y la pernera del pantalón. El viejo que se sentaba tras él y en la otra hilera de asientos ocupaba el primer puesto, seguro que quiso adivinar algo más de la charla del chofer lanzando miradas por el rabillo del ojo intentando grabar los más insignificantes detalles de aquella vestimenta uniformada. Un cabello blancuzco con retazos oscuros vestían la cabeza del chofer, que también, alguna que otra vez lanzaba un solo tosido, un sorber aire por la nariz vacía, un rozar el volante sin fuerzas, apenas perceptible, llevando entre las manos el dominio absoluto mientras el pie derecho oscilaba entre el pedal del freno y del acelerador.

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4 comentarios:

Mos dijo...

Se nota que eres buena observadora de la realidad. De un simple trayecto en autobús de lo más cotidiano, has hecho una pequeña crónica del mundo dentro de un autobús: la carretera, las toses, los frenazos, los viejos, los calcetines, la conversación, etc.
Un abrazo de Mos desde la ESFERA.

J.R.Infante dijo...

Como buena escritora todo detalle es importante y la observación forma parte de la propia vida del escritor para luego trasladar sus vivencias al papel - o al teclado. Muy bien Inma, veo que sigues inspirada.
P.D: No sé si es el lugar adecuado, pero quiero hacer referencia a dos palabras que utilizas: garraspera (supongo que querrás decir carraspera) y encabriaba que imagino que deber ir por algo de cabreo.
Un beso, Inma.

TOCHI dijo...

tita, si puedes pon un enlace de mi blog en tu blog vale¿?¿? yo lo tengo puesto, por si te quieres pasar y verlo.

Un abrazo!!!

Anónimo dijo...

Eh! tochi, por fín hago un huequito. Vamos sobrino, toma este teé con hierbabuena conmigo. ¿Madalenas? ¡Tambien!Una docena.
Valla peazo de foto de tu mami. Tan guapísima como siempre.
Un abrazo muchacho.