Pablo Guerrero nace en Esparragosa de Lares en 1946.
La Academia de las Artes en su XIII edición de la Música (año 2009) le otorgó el Premio Toda Una Vida. Cantautor extremeño, destaca en sus letras la profunda sensibilidad hacia el interior del ser humano. Además de ser un trabajador incansable, su voz clara y la textura musical de sus canciones le convirtieron en referente de una generación que luchó contra la injusticia y el anquilosamiento.
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Pablo Guerrero hoy continua su progresión musical y poética aportando nuevos sentires a su larga trayectoria.
Cuando afuera ya no existe nada sólo queda replegarse, dijo olisqueando el propio sudor de entre las sabanas. Luego pensó en la huida. Una huida preñada de incertidumbres. En el pueblo le llamarían cobarde pero qué sabía nadie de su lucha…
Así comenzaría la historia de un hombre al que Pablo Guerrero puso letra y música en 1972
Planeó
Vio secarse el sudor de sus sábanas
y apagarse poco a poco su candil.
Planeó una huida despacio, lentamente
para una noche, por ejemplo en abril.
Ahorcaría su corbata y dejaría clavado
su horario en la pared.
Y esa tela de araña que se metió en su frente
le dejaría, posiblemente, de doler.
Sentía ganas de luchar... yo que sé,
de hacerse una remuda en el alma cualquier sábado
y emprender una vida tan bella como cien
televisores apagados.
Ella tenía un libro abierto entre las manos
y la mirada prendida entre dos páginas.
El reloj daba la hora por costumbre
y no pasaba nada, nunca nada.
"Ya sé, mujer, nos preocupan los niños
el colegio, los plazos, la casa en el campo"
y se hundía en el sillón, sintiéndose vencido
como letras de cambio.
y apagarse poco a poco su candil.
Planeó una huida despacio, lentamente
para una noche, por ejemplo en abril.
Ahorcaría su corbata y dejaría clavado
su horario en la pared.
Y esa tela de araña que se metió en su frente
le dejaría, posiblemente, de doler.
Sentía ganas de luchar... yo que sé,
de hacerse una remuda en el alma cualquier sábado
y emprender una vida tan bella como cien
televisores apagados.
Ella tenía un libro abierto entre las manos
y la mirada prendida entre dos páginas.
El reloj daba la hora por costumbre
y no pasaba nada, nunca nada.
"Ya sé, mujer, nos preocupan los niños
el colegio, los plazos, la casa en el campo"
y se hundía en el sillón, sintiéndose vencido
como letras de cambio.
Pablo Guerrero-1972
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