domingo, 8 de enero de 2006

CARMENSITA


Aquella noche no había parado de llover y Carmensita tuvo que levantarse a colocar los latones que recogían el agua de las goteras. El techo de chapa se agitaba con los truenos y por las rendijas del cartón que tapaban los agujeros de la habitación, la luz relampagueante lo iluminaba todo.
Carmensita miraba con los ojos muy abiertos como queriendo buscar algo desconocido, pero la luz, que sólo de dejaba unos instantes para reconocer las cosas, la engañaba. Sintió pánico ante aquel bulto tan descomunal a los pies de la cama. Las gotas de agua caían en los latones: clo-cloc, insistentes, cloc-cloc-cloc- como los polpes espaciados de un martillo. Y otro relámpago se coló por la rendija.
De nuevo aquella sombra. Carmensita temblaba. “Son imaginaciones mías” se decía la chiquilla acurrucada entre las mantas. Le pareció que respiraban cerca de ella y sintió un ruido extraño, cómo si alguien tropezara con una de las latas. Pensó en gritar o llamar a su madre, pero sabía que no estaba. El pavor se apoderaba de ella, con tantas fuerzas, que poco a poco fue deslizándose hacia el interior de la cama hasta que tapó su cabeza.
A la mañana siguiente, cuando su tía entró en el cuarto para despertarla, vio una de las latas casi debajo de la cama, las sabanas manchadas de sangre y a Carmensita acurrucada en el suelo, escondiéndose detrás de la silla que amontonaba la ropa y con los muslos oscurecidos.
- Ea niña, ya eres una muje –dijo la tía con el rostro desencajado, y cogiéndola de la mano la ayudó a salir de su escondite relatando- ¡Anda! Ven. Ponte ésta compresa. Ahora tiene que tener mucho cuidao de no comer alcausile ni aceituna en esto días. Tú ya sabe lo que e el periodo. ¡Te lo habrá dicho tu madre! Carmensita, has sio la má adelantá de toda tu prima ¡Ay! Quién me iba a deci que con lo melindre que eres, a tus die año ibas a ser muje. ¿Porqué lloras?, pero ¿qué tienes Carmensita? – Preguntó impotente su tía, y con los ojos empañados de lágrimas, la abrazó con fuerzas y le dijo muy bajito arrepentida - ¡Calla! Mi niña ¡calla!, que por desgracia, esto se lo ha hecho también a do de tu primas.
Y la niña se quedó encogida, con los ojos espantados y con un dolor tan intenso entre las piernas, que no comprendía lo que su tía le estaba diciendo.


EL CUERNO DEL UNICORNIO (mi libro de relatos cortos)

No hay comentarios: