lunes, 16 de octubre de 2006

La casa de los espíritus

foto creación familiar


Tan sólo habían transcurrido siete días desde que Gaspar entró en el centro, y ya poseía una sombra tan alarmante alrededor de los ojos que Sonia, la Terapeuta Ocupacional, empezó a sentir cierta preocupación porque, aunque a Gaspar se le había diagnosticado demencia desde el día que llegó, ella lo consideraba su abuelete favorito.

Para entonces Sonia llevaba quince días trabajando en aquel centro, un geriátrico con toda clase de comodidades y al alcance de los más privilegiados qué se erguía justo en una playa del mediterráneo, donde el clima, los jardines, y las vistas del ir y venir del oleaje, hacían las delicias de los ancianos, por lo que La Terapeuta, qué no acertaba a adivinar el motivo de las ojeras de Gaspar se preguntaba: “¿Será que su demencia se acentúa? ¿Echará en falta a la familia?, o, quién sabe, lo mismo la libertad de la que gozó ahora la ve mermada e inalcanzable”.

Fuera lo que fuese, Sonia, todas las mañanas llegaba a la habitación 112 en busca de Gaspar, siempre con la esperanza puesta en que su estado no fuese tan lamentable porque, a pesar de los cuidados, las atenciones, y los ánimos, día a día percibía que el abuelete se le escapaba de las manos repitiendo una y otra vez, que él, sólo quería descansar.

Aquella mañana, ya después de que hubiera bajado de la silla a la anciana de la 37 (que intentaba abrir la ventana para dejar libre a toda esa gente que creía atrapada entre los cristales), se encaminó a la habitación 112 con el convencimiento, de que esa noche, su Gaspar habría descansado, encontrándose con la sorpresa de, no verle sólo sin un atisbo de mejoría si no que, además, el anciano fuera de sí, daba vueltas por el cuarto repitiendo una y otra vez:

- Que descanse, que descanse…Sonia dice que descanse… ¿Quién puede dormir con esa vieja ahí, sentada, y leyendo todas las noches el mismo libro? Mira que le digo que cambie de libro, pero nada, ella sigue leyendo el mismo libro.

Y Sonia, entristecida porque su abuelete preferido comenzaba a tener alucinaciones, se lo refirió al psicólogo del geriátrico buscándo algún remedio, a lo qué éste, tras enterarse que se trataba del de la habitación 112, exclamó con la mirada perdida:

- Con qué la lectora no se nos quiere ir tampoco ¿eh?... Y luego decimos que son dementes... ¿Cómo consiguen ver al muerto que vivió en su dormitorio? Pues nada hija, a cambiarlo a un cuarto virgen.
- ¿Cómo?
- ¡Qué le cambies de dormitorio! A uno de esos del ala Éste por ejemplo, qué son nuevos. No es cosa de que dejemos a nuestro Gaspar sin dormir el resto de su vida ¿No crees?

A partir de entonces, a Sonia se le va el día cambiando ancianos al ala Éste.
Sacado de mi libro "El Cuerno del Unicornio"

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4 comentarios:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

je,je los locos de un lado o del otro lado del muro... cuestión de como se mire :) a ver si me paso al ala este entonces je,je

Abrazo estimada INMA

Nahira dijo...

Que buena historia me encantó! ya que quien puede decir que en verdad no hayan personas que vean espíritus?. De seguro El cuerno del Unicornio debe ser un libro espectacular!

Un beso!

INMA VALDIVIA dijo...

Mis queridos Nahira y Byrongyo, no os quepa duda que ésta historia es tan real como la vida misma, es más, Gaspar no conocía ni sabía de la existencia de la anciana que se pasaba las noches leyendo el mismo libro. La conoció despues de llevar varios meses muerta y enterrada. Prodigios de la mente, vecinos, y cuántas sorpresas aún por descubrir, ¿verdad?
Saludos desde el ala Éste.

Nahira dijo...

Realmente sorprendente Inma, pero no me cabe duda que la historia sea real, yo creo que son situaciones que pueden pasar, y si, de seguro debe haber varias sorpresas aún por descubrir.

Pasaba a dejarte muchos saludos!! y gracias por tus comentarios que son siempre tan bonitos.