miércoles, 4 de octubre de 2006

Sortilegio de la Luz

foto de creación familiar






Me he tirado cuarenta y nueve años haciendo recuentos, vendiendo, atesorando riquezas y poder sobre el resto de mis vecinos, de tal forma, que el orgullo me salía por las orejas como una soberbia donde no cabían las cuentas inversas del fracaso. Estaba tan acostumbrado a venerar el día, que ni percibía que el sol, de vez encunado se borraba escondiéndose entre nubes que presagiaban cambios. Tanto leí en las finanzas, los coches, las mansiones… que jamás aprendí a leer en las hojas de los árboles, o en el polvo de los muebles y el filo del cuchillo.
Y maldije la lluvia que entorpecía mi delirio, la muerte que truncaba mis negocios y la palabra dicha sin ser rentable, porque yo, el más pobre de los mortales había alcanzado ese caudal afortunado del estado catártico y obsesivo de todos los negociantes juntos.
Y crecieron los hijos sin darme cuenta, y sin darme cuenta las fieras pesadillas, la oscuridad tenebrosa encerrada en su intestino, la vida que avanzaba lenta, pero segura, llevándose los rincones más lucidos de mi alma.
Y yo, que estaba tan acostumbrado a comprar el día: me perdí las noches.
Hoy es tarde, demasiado tarde, porque mis ojos ya, arrastrados por el tiempo, permanecen ciegos y sin luz.

Sacado de mi libro "El cuerno del Unicornio".


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1 comentario:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

Es cierto aquello, en mi caso papá salió a trabajar en otra ciudad... se compraron muchas cosas que hasta hoy funcionan... pero hay recuerdos que papá tan solo ve como si fueran fotografías que las muestras y las explicas pero que nunca las viviras...

Saluditos